Un comentario

  • Augusto Fernández Viralta

    Hoy, casi dos años después, me he enterado.
    Sigo entristecido por la noticia.
    Yo era su taxista en Barcelona, y él, hasta hoy, el único cliente con el que fui a tomar un vino y a cenar.
    Una buena persona, un abogado brillante, un orgulloso español y un católico modélico.
    Rezaré por él. Tarde, pero lo haré.
    Como decimos los paracas, Jaime, la muerte no es el final del camino.
    Descansa en paz

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